Un día cualquiera en la vida de Hades 52Retos de escritura semana #10

 

Hades miraba a Cerbero mientras este masticaba ruidosamente un hueso a los pies de su trono. Su vida era sumamente aburrida. El rio que corría a sus pies transportaba las almas de los muertos y llenaba de sonoros lamentos cada rincón de la caverna. A su lado Perséfore descansaba recostada sobre un diván balanceando los pies lentamente.

-¡Ah! ¡Qué aburrida es la vida aquí abajo! Cuando repartimos reinos yo me quedé con la peor parte sin duda. - Hades se lamentaba de su mala suerte.

- Querido no aguantarías ni un día en la superficie. - Perséfore bromeaba siempre que Hades sacaba el tema sabiendo que se tendría que resignar, pues poco podría hacer para cambiar lo que ya estaba echo.

-¡Como que no! Gobierno muy bien el mundo de los muertos y mejor lo haría en el de los vivos. - El enfado de Hades era monumental, hervía de rabia cada vez que su mujer se burlaba de él.

-Pues si tan bien crees que lo harías pídele a Zeus que te cambie un día.

La risa de Perséfore retumbó en el inframundo sin embargo su comentario caló en Hades y en cabeza un plan comenzó a formarse mientras una sonrisa aparecía en su rostro dejando al descubierto unos dientes amarillos y afilados, formando una mueca siniestra.

De un salto se puso en pie y se subió a su carro y arrancó dirección al Olimpo dejando a una boquiabierta Perséfore pues no entendía el motivo de la repentina huida.

Hades recorrió veloz la distancia que separaba el inframundo del Olimpo pasando por el mundo de los mortales que se encontraba helado y frio pues en esa época Persefore habitaba el inframundo y el mundo se cubría con el manto gélido del invierno.

Atravesando las nubes las puertas del Olimpo se abrieron ante él y Hades bajo de su carro y se deslizó por la escalera ascendiendo hasta un espacio rodeado de hermosas y altas columnas todas ellas adornadas de flores que las recorrían y rodeaban, abrazándolas y llenando de un dulce aroma cada rincón de la sala. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Hades y una nausea llegó desde su estomago pues no estaba acostumbrado a tanto colorido ni a esos olores tan empalagosos. A su alrededor mesas con montañas de frutas y bebidas de los colores más dispares estaban rodeadas de divanes en los que dioses, altos y fuertes, y diosas, con largas melenas adornadas con flores, hablaban distendidamente entre ellos disfrutando del placer de la comida y la compañía. En el centro del recinto, sobre un tono más grande y ligeramente más elevado que el resto, un Dios destacaba por encima de todos. Enseguida distinguió a Hades y se levantó de su trono con los brazos abiertos en señal de bienvenida.

-¡Querido hermano! Siempre es un placer verte aparecer por mi reino.

Sin embargo, aunque Zeus le brindara una cálida bienvenida, entre el resto de Dioses no causaba el mismo efecto y cuando vieron como Hades se dirigía a su hermano, un tenso silencio se hizo patente.

-Que nuevas traes que te han obligado a salir de esa caverna tan oscura en la que vives. - La risa de Zeus grave y escandalosa retumbó en el espacio y cogiendo por los hombros a Hades con un brazo le acompañó hasta un diván donde le ofreció una copa con un liquido ambarino y burbujeante.

-Ah Zeus, Zeus… Verás… Venía a plantearte un cambio de reinos por un día. Poco valoráis el trabajo que hago yo en el tártalo y menos se yo del tuyo aquí arriba. -Hades no soportaba andarse por las ramas. Mientras miraba el néctar brillar en la copa, expuso su plan al Dios de los Cielos, quien paso de una risa cordial a un ataque de risa tan estruendoso que le obligó a dejarse caer sobre el una silla cercana, provocando un temblor que debieron de sentir hasta los humanos.

- Hades no aguantarías ni medio día aquí arriba con tanta luz. -Dijo soltando una carcajada.

Los rostros de los presentes se volvieron atentos a la conversación. La mayoría de los que allí habitaban no veían con buenos ojos a Hades, y la otra mitad, aunque le toleraban, preferían no tener que tratar mucho con él.

Una mueca de asco apareció en el rostro del Dios del inframundo mientras escupía en el suelo el dulce contenido de su copa. No soportaba esos sabores tan intensos y empalagosos. Mientras tanto Zeus miraba pensativo a su hermano y valoraba si el cambio podría aportar algo bueno. La verdad que él también estaba aburrido y un cambio así podría ser divertido. Le gustaría ver a su hermano rodeado de todo el boato al que estaban acostumbrados allí en el Olimpo.

-He tomado una decisión, hermano, desde hoy hasta mañana a las misma hora cambiaremos nuestros reinos e intercambiaremos nuestras dispares vidas y responsabilidades.

En torno a ellos un murmullo de incredulidad creció hasta alzarse una voz de disconformidad con la decisión tomada. Sin embargo, Zeus no hizo caso a las suplicas de los demás dioses quienes no aceptaban semejante trato, y con una sonrisa divertida en los labios salió del Olimpo, dejando boquiabiertos a todos los presentes. No sin antes hablar con su mujer Hera y entre risas pedirle que vigile a Hades y se lo ponga difícil.

-¡Que te vaya bien hermano! Nos vemos pronto. ¡Disfruta de tu reinado en el Olimpo! - La risa de Zeus no dejó de escucharse en el cielo hasta bastante después de haber abandonado el Olimpo.

-Bueno, bueno, bueno… -Cuando Hades fue consciente de lo que había pasado una sonrisa acudió a su rostro y enseguida intentó ponerse cómodo y en tono sarcástico buscó sentirse como en casa. -Veamos… ¿no tenemos nada decente para comer en este paraje tan hermoso?

Al rato Hera, con una sonrisa pícara, se le acercó con una copa de otro líquido igual de burbujeante que el anterior pero de un color rosado esta vez y con una bandeja de frutas de olor dulzón.

-Hades, Dios del Olimpo, nuestros manjares mas exquisitos son los que os merecéis – y depositó la bandeja a sus pies donde otra Diosa fue a servirle en la boca aquellos deliciosos bocados.

Bocados que al Dios del Inframundo no le produjeron ningún placer y acabó escupiéndolos al costado del trono que había ocupado. La Diosa Hera se dispuso a tocar el arpa y amenizar la velada con notas agudas y melosas que provocaron en Hades escalofríos de terror, pues empezaba a añorar los lamentos y el incomodo rechinar de Cerbero a sus pies. Los demás dioses y diosas se desvivieron por atender todos y cada uno de los deseos de su Dios llegando a ser tan insistentes que antes de la media noche ya había despedido de su lado de malas maneras a muchos de ellos. Antes del amanecer, y con una velada que había durado toda la noche, Hades se encontraba exhausto, le picaba la nariz de los olores tan intensos de las miles de flores que rodeaban el espacio, sentía hambre y sed pues no había probado bocado, y eso que los Dioses siempre estaban saciados, y un intenso dolor de cabeza, de los ruidos originados por los muchos Dioses que pululaban por el Olimpo, no paraba de martillearle las sienes. Cansado y herido en su orgullo Hades tomó la decisión de volver a su gruta, a la sombra y la oscuridad que tanta paz le aportaba. Cuando apareció en el inframundo Zeus le esperaba recostado en el trono con Cerbero a sus pies conversando tranquilamente con Perséfore quien, al verle, sonrió maléficamente pues sabía, por como le conocía, que su mundo era aquel y no allá arriba.

-Mi querido amor. Bienvenido a casa. - Abrió los brazos para cobijar a su oscuro amor mientras la risa de Zeus resonaba en la caverna del inframundo y Hades se escondía entre los pechos de Persefore sintiéndose en casa con el arrullo de las almas llenando el espacio a su alrededor.

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