La mejor decisión que me cambio la vida #19 retos de escritura

La mañana había comenzado lluviosa y gris. El viento azotaba las persianas y el frío se colaba por las rendijas y los agujeros de aquella oscura y vieja casa, creando corrientes de aire que hacían estremecerse. Un ligero escalofrío recorrió la espalda de Mariana, obligándole a echarse un chal por encima. Odiaba esa casa con todas sus fuerzas. Olía a humedad, las paredes se desconchaban y la lumbre que ardía en la estancia resultaba insuficiente para calentar los recovecos del antiguo edificio. Sin embargo no podía ir a otro sitio. El destino le había llevado por caminos llenos de piedras, hasta acabar escondida en esa grande y fría casa. Pero volvamos a hace unos meses, cuando Mariana tomó la decisión que la llevó a esta situación.

Mariana vivía con su padre en un pequeño apartamento en un bloque de clase media baja. Su madre, con la que apenas tenía contacto, trabajaba para una compañía de circo desde que Mariana tenía cuatro años, por lo que jamás se encargó de ella. Fue su padre el que se encargó de criarla. O digamos que lo intentó, porque el hombre dividía su tiempo entre trabajar y pasar largas horas en el bar donde, en un rincón, Mariana pasó su niñez pintando hasta que tuvo edad para quedarse sola en casa. Tuvo la suerte que una vecina se apiadó de ella y siempre tenía un plato de comida caliente. Por lo que la vida de Mariana fue de todo menos fácil. Aun así consiguió salir adelante, con unas notas mediocres y una alimentación e higienes personales que quedaban en entredicho. Y no vamos a entrar en el tema mental, porque aunque era feliz, pues no conocía otra cosa, la inestabilidad familiar a la larga causa estragos. 

Y esta inestabilidad, al final, salió en la adolescencia.

Mariana tuvo una entrada a la vida social muy intensa y sin ningún tipo de control parental. Como consecuencia, sus mediocres notas bajaron, las amistades cambiaron y las nuevas experiencias fueron malas y muy toxicas.

Para cuando cumplió los veintiún años, ya se había ido de casa, se había enganchado a varias drogas innombrables y consumía alcohol de forma asidua, teniendo varios contactos con las fuerzas del orden y la ley, que si bien quedaron en meros avisos, no se sabe cómo, provocaron en ella un rechazo total al orden y al sistema. 

En todo el tiempo que duró su adaptación a la edad adulta, hubo momentos de lucidez, en los que ambos progenitores intentaron un acercamiento sin mucho éxito, pues lograr razonar con una adolescente desbordada no es tarea fácil. Aun así, algo se debió quedar en esa cabecita loca, pues Mariana, varias veces intentó salir del bucle es el que su vida giraba sin sentido. Cosa nada fácil pues debes cortar con todo para que no vuelva, y eso, para una niña sin otro sitio al que ir, es dificilísimo.

Sin embargo, el hecho que más cambió su vida vino de la mano de un hombre. 

Le conoció una noche de casualidad -o eso pensó ella- y él le descubrió otro mundo - y eso pensó ella también. La realidad es que este hombre, que ella creyó el amor de su vida, en realidad fue el que se la terminó de arruinar.

Mariana tendría unos veintidós años cuando le conoció y él cerca de cuarenta. Le descubrió un mundo de lujosas fiestas donde la ropa de diseño, las drogas extravagantes y el alcohol caro, corrían por doquier, cogiéndola por la cintura en todas ellas y paseándola entre la gente como su pareja y su tesoro más preciado. Le enseñó cosas increíbles y le provocó placeres insospechados, y cuando se cansó de ella, la prostituyó. El hombre tenía un negocio de acompañantes de lujo, en el cual, las niñas eran intercambiadas, entre hombres ricos, en las fiestas de lujo donde las drogas y el alcohol se intercambian por mujeres y pasaban de mano en mano.

Todas estaban subyugadas a él y él se aprovechabas de todas y cada una de ellas. Les prometía que les quería y les ofrecía drogas y las vendía a cambio de sumas de dinero que ninguna de ellas veía. Y ellas sumisas se dejaban llevar, esperando a cambio una palabra de afecto o una caricia del que decía que las amaba y por el que perdían la razón.

Con esta nueva vida Mariana desapareció tres años. Tres largos años en los que sus padres la buscaron. Durante los cuales hasta la policía abrió un expediente que enseguida cerro, pues una prostituta y drogadicta desaparecida, no interesaba a nadie.

Los cumpleaños eran algo especial para las chicas. El hombre que tanto las amaba solía regalarles un vestido nuevo e invitarlas a cenar para luego en una habitación de hotel aprovecharse de ellas. Esa noche era el cumpleaños de Mariana, y por alguna razón, no le apetecía nada pasar la noche en compañía de el hombre. Rechazó las drogas que este le ofrecía, pero no podía negarse a todos los demás deseos. Subyugada por el poder que ejercía sobre ella, acabó sucumbiendo a sus caprichos, no sin antes darse cuenta de cómo la trataba. Esa noche Mariana despertó de su letargo. Cedió a los abusos de su captor pero rechazó las drogas que la atontaban y la sometían. A cambio recibió tal paliza que acabó en el suelo humillada y forzada. Él hombre abusó de ella y tomó todo lo que él creía que le pertenecía. Mariana triste y abatida no se molestó en defenderse. Se dejó hacer y se encogió sintiendo en ese momento todas las humillaciones de los tres últimos años.

Las semanas siguientes se las pasó encerrada en una habitación, magullada y llena de moratones, castigada por su mala conducta y sumida en la frustración, que la situación y el mono causado por las drogas, le originaba. 

Y lo que en principio supuso un castigo, fue lo que le salvo la vida.

El mono, que durante las primeras semanas de su encierro casi la vuelve loca, dejo periodos de lucidez en los que se dio cuenta que se estaba matando. Recibió las visitas de su maltratador y para evitar nuevas palizas se sometió a él pero no volvió a someterse a las drogas.

Mes y medio despues de su encierro Mariana notó que podía estar embarazaday eso la asustó más. Si se enteraban la matarian. Así que tomó la decisión de escapar y para eso tenía que ser más lista.

Durante los días siguiente hizo todo lo que su captor le pedía y consiguió recuperar parte de la libertad perdida. Consiguió convencer al hombre para que le perdonara y la sacara a cenar prometiéndole hacer todo lo que le pidiera. Durante la cena aprovecho una ocasión en la que el conversaba con un socio para ir al baño, sabía que tenía poco tiempo, así que sin siquiera recuperar su abrigo salió por la puerta y en cuanto dobló la esquina corrió por la ciudad sin mirar atrás. 

El viaje hasta la casa de piedra que había pertenecido a sus abuelos y que ahora mismo habitaba, había sido para olvidar.

Mariana había hecho autoestop evitando las carreteras principales pro miedo a que la siguieran y encontraran. Y lo único que había podido ofrecer a cambio fue su cuerpo, gratamente aceptado por un señor mayor, que en la parte de atrás de una camioneta, estrujo como si le fuera la vida en ello. Al final resultó ser un buen compañero de viaje que, viudo hacía muchos años, no probaba el cuerpo de una mujer, y que le acompañó diligente a una estación de autobuses e incluso le dio dinero para el viaje.

Mariana llegó al pueblo dos días y tres autobuses después, y ocupó la casa de sus abuelos que llevaba vacía años.

Habían pasado siete meses desde que entró por la puerta de esa casita y desde entonces ningún proxeneta la había ido a buscar. 

Su madre había aparecido una semana después, cuando una vecina la había llamada diciendo que había una mujer ocupando la casa. Y después de muchas lágrimas derramadas habían tomado la decisión de quedarse juntas y de cuidarse como no habían podido hacerlo. 

Durante los 7 meses, el terror a que la encontraran o a que las drogas volvieran a su vida fueron una lucha constate, también mezclada con la ilusión de esa nueva vida que crecía en su interior y que había unido a tres generaciones en esa fría casa.

Esa mañana lluviosa, fría y gris que había obligado a Mariana a echarse un chal sobre los hombros, le hizo mirar alrededor. A pesar de ser una casa fría, con las paredes desconchadas y olor a humedad, Mariana se sintió en casa. Sonrió a su madre que en ese momento aparecía con una taza de café caliente en las manos y mientras se sentaban el sofá las dos juntas sintió que esa era la mejor decisión que había tomado nunca. 

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