52 retos de escritura semana #14 El paquete misterioso
Había sido un extenuante y larguísimo día. Leonor volvía a casa después de una larga jornada de trabajo tras haber tenido que coger dos líneas de metro y una de tren de cercanías para poder llegar hasta su apartamento en uno de los barrios mas conflictivos de la ciudad. Empezó a llover nada más salir de la estación y tras la cortina de agua esperando en la esquina a que el semáforo cambiara de color Leonor miraba el bloque de apartamentos con la fachada desconchada que era su hogar y se lamentaba de la mala suerte que tenía por tener un trabajo tan mal pagado y desesperante y no poder aspirar a algo mejor. En el portal la montaña de basura le impedía entrar y cuando lo consiguió un hombre la arrolló al intentar este salir antes que ella. Estaba claro que había entrado a comprar algo de droga. Se cruzaba con gente de todo tipo que acudían a casa de algún vecino a conseguir sustancias que ella despreciaba por completo.
Cuando consiguió subir los tres pisos evitando resbalones en las escaleras y llegar al descansillo de su puerta se sorprendió al encontrar un paquete en el maltrecho felpudo. Ella no solía pedir cosas por internet mas que nada porque nunca estaba en casa y no se fiaba de ningún vecino. Buscó el nombre dando vueltas a la caja pues se debían de haber confundido y al no encontrarlo lo metió en casa. Estaba tan cansada que en cuanto lo dejó en la mesita del recibidor se olvidó de él. Se metió en la ducha y se preparó un bocadillo de atún con mayonesa y cuando se iba a sentar delante de la televisión se acordó del paquete. Dudó si abrirlo o no pero al final la curiosidad pudo con ella y lo abrió. Un grito salió de su garganta al mismo tiempo que el bocadillo subía por ella. Corrió al baño donde echo todo lo que había comido. Temblando volvió al salón donde la caja se había caído al suelo desparramando todo su contenido. Un dedo rodaba por la alfombra y junto a el una nota escrita con tinta roja en la que se leía: “No nos gusta que nos roben, cumplimos nuestras amenazas, si no pagas iremos a por ti”
Temblando como una magdalena Leonor recogió todo y tras comprobar que puertas y ventanas estaban cerradas se metió a su cuarto y se tapó con las sabanas. No pudo dormir en toda la noche pensando qué no había pagado o porqué le mandaban esas amenazas. No entendía nada ella nunca se había metido con nadie se limitaba a ir a su trabajo y volver a casa. No tenía amigos ni familia. Su vida era literalmente un fracaso. El alba le pillo con los ojos rojos de llorar y sin apenas dormir. Se vistió para ir a su trabajo pues se sentía mas segura allí que en su propia casa.
De camino a la estación oyó varias sirenas de policía y al llegar le informaron que la estación iba a permanecer cerrada varias horas pues habían encontrado el cuerpo de una mujer en las vías. Llamó a su jefe para informarle que se iba a tomar el día libre por lo que había pasado y con los nervios a flor de piel volvió a su casa. Paró antes en el supermercado de debajo de su casa para coger comida para todo el día y mientras no pudo mas que escuchar la conversación que el del supermercado
mantenía con una señora.
-Parece que han encontrado a una chica en las vías del tren.- Decía la señora en tono misterioso.
-Si eso me han dicho. Alguna vez venía por aquí a comprar algo. Era una yonki. - El tendero se las daba de conocedor de los echos sabiendo que era un cotilleo jugoso.
-¿Entonces la conocías?
Claro compraba la droga en el numero 12 y luego pasaba por aquí a por comida. Iba a acabar mal seguro. -El tendero elevaba la voz para que todos los que estuvieran cerca pudieran oírle.
-Dicen que le faltaba un dedo, que alguien se lo había cortado.
Ante este comentario, a Leonor le empezaron a temblar las manos haciendo que el bote de garbanzos que llevaba en la mano acabara en el suelo echo añicos. El hombre que había a su lado se le quedó mirando extrañado.
-Tendrás que pagar eso. -El tendero no perdonaba una y con cara de enfado por haber interrumpido la conversación recogió el estropicio causado con paso lento.
Leonor se apresuró a coger las cosas que necesitaba y se dirigió a su casa, precisamente al numero 12 ese en el que se vendía droga.
No se dio cuenta que le seguían hasta que estuvo abriendo la puerta del portal y alguien le sujetó la puerta para que pudiera entrar. Se volvió asustada y se dio cuenta que el hombre que le estaba ayudando era el hombre que se le quedó mirando en el supermercado mientras ella temblaba ante el desastre causado.
-Perdona vivo en este edificio y no nos hemos visto nunca. -Dijo el extraño.
Tenía una mirada inteligente y penetrante de oscuros ojos que hicieron temblar las rodillas de Leonor. Efectivamente no le había visto nunca pero no era raro pues ella apenas pasaba tiempo en casa.
-He visto que sabías algo de la chica muerta en las vías. ¿la conocías?
-No... no... yo apenas paso tiempo aquí. -Temblaba mientras ese hombre la interrogaba de forma tan directa. No sabía si podía confiar en él. Algo le atraía de ese hombre pero no se fiaba de nadie de ese barrio.
-Esta bien no nos conocemos pero creo que puedo confiar en ti. Esa chica era mi clienta y digamos que una amiga también y ha aparecido muerta en extrañas circunstancias. Y si sabes algo me gustaría que me lo dijeras. -De manera amenazante se había acercado a ella mas de lo que Leonor estaba acostumbrada a que lo hicieran. Y ella, además de miedo, sintió un deseo irrefrenable hacia aquel hombre que trataba de intimidarla. Aunque el miedo dominó la situación al recordar el dedo y la nota que seguían en su casa.
Se apartó y subió corriendo las escaleras con lagrimas en los ojos seguida de cerca por el hombre que trataba de alcanzarla, consiguiendo asirla cuando ya estaba en su puerta a punto de meter la llave en la cerradura. La apretó con su cuerpo de espaldas contra la puerta sujetándole las muñecas con las manos.
-No quiero hacerte daño quiero que me cuentes que sabes. -Le susurro con los labios pegados a la oreja haciendo que un escalofrió de placer le recorriera toda la columna vertebral.
- Tu no lo entiendes pero su dedo está en mi casa. -Se rindió a lo evidente y con sentimientos encontrados se dejó caer llorando en sus brazos.
El hombre sin entender nada consiguió abrir la puerta de la casa de Leonor e introducir en ella a la mujer, que se encontraba en un estado de llanto desconsolado incapaz de parar. Fue a la cocina y le acercó un vaso de agua y ella, cuando se recompuso, le enseñó el paquete que le habían enviado. El hombre se puso blanco del susto. Ese paquete y esa amenaza estaban destinadas a él pero el que había entregado el paquete se había equivocado de piso. Sabía que las amenazas eran para él pero no creía que fueran capaces de hacer lo que habían echo. Le debía una explicación a la joven que se deshacía en un mar de lagrimas delante de ella. La realidad es que cuando había ido a su contacto a coger mercancía para luego venderla este no había aparecido pero sí había encontrado una bolsa de deporte con varios kilos de cocaína, más de los que habitualmente el compraba, y al no encontrar a nadie alrededor se había llevado la bolsa. Resultó que la bolsa no era de su contacto y los propietarios querían recuperarla, la cuestión era que había venido casi toda la droga y no pensaba darles el dinero por muy amenazado que se sintiera. De echo había conseguido perderles las pista casi del todo hasta que habían encontrado a la joven. No es que sintiera nada por ella, la verdad, solo era una clienta con la que de vez en cuando se divertía, pero el echo de que le hubieran echo eso significaba que estaban cerca y tendría que desaparecer. Sin embargo había algo que tenía que resolver primero y es que ahora irían a por esa otra joven que tenía delante y no quería que nadie mas sufriera por lo que había echo.
Se le ocurrió una idea.
Leonor estaba alucinando cuando después de la increíble historia que ese desconocido le había contado le había propuesto fugarse con él, desaparecer y al mismo tiempo que él huía de sus acosadores él le ofrecía a ella la seguridad que necesitaba y una vida mejor que la que llevaba ahora. Leonor se quedó mirando el paquete con el dedo ensangrentado y miro a su alrededor, se detuvo en las paredes de ese piso frías y aburridas sin apenas decoración, en la bolsa donde llevaba los papeles del trabajo, de un trabajo aburrido que no le aportaba nada, en los muebles viejos y gastados que le recordaban que jamás había tenido dinero suficiente para cambiar ni uno de ellos, y tomo la decisión quizá mas loca de su vida preparó una bolsa con lo poco que había acumulado de su patética vida y cogió la mano de ese hombre del que no sabía ni su nombre y se embarcó con él a la que sería la aventura de su vida.
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